40 AÑOS: UN PEQUEÑO PASO PARA LA HUMANIDAD
Hace cuatro décadas, Estados Unidos logró poner en el suelo de la Luna dos hombres que, en representación de la Humanidad, tomaron posesión del satélite y abrieron la esperanza a una era de auge con la exploración espacial.
En los recuentos de este notable hecho, se ha señalado el impacto que esta aventura tuvo en la vida cotidiana de las personas, gracias a inventos como el teflón o el velero, entre otros miles de pasos que se debieron dar para garantizar el éxito de la expedición. Tal como ocurrió antes con la guerra, parecía que la era espacial daría un impulso enorme a una tecnología útil para la Humanidad.
Del mismo modo, el éxito de ese viaje pareció también inaugurar un período de mayor entendimiento entre las naciones e incluso de cooperación para solucionar los grandes problemas de la Humanidad. Si era posible alcanzar la luna, parecía que sería factible también erradicar la pobreza y el hambre.
Sin embargo, han pasado cuarenta años y el hombre no ha logrado poner su pie más allá de la luna, la carrera espacial parece haber perdido ímpetu y el espíritu unitario de la Humanidad también parece haberse desvanecido. Ni la caída de los muros ideológicos ni el fin de la Guerra Fría han sido suficientes para inaugurar una nueva etapa de la historia, caracterizada por la cooperación y la priorización de los temas más urgentes para el planeta.
A la hambruna y las guerras, que no han cedido mayormente, se han agregado otras amenazas como la contaminación ambiental, el calentamiento global, la disminución de la capa de ozono, la escasez de agua y energía, en tanto que el esquema internacional bipolar ha dado paso a uno monopolar sin que Estados Unidos demuestre la capacidad de liderazgo necesario para avanzar en la definición de las soluciones que requiere y no solo la raza humana sino el planeta completo.
Para poder conducir a la Humanidad a un nivel superior de evolución es indispensable que los políticos y todas las personas que tengan capacidad de liderazgo, asuman su responsabilidad e incluyan dentro de sus metas los temas que interesan al conjunto del planeta. Hace cuarenta años hubo una poderosa señal en el sentido de que las utopías eran posibles, pero la experiencia ha demostrado que el progreso de estas cuatro décadas, al igual que en el pasado, no se han puesto realmente al servicio de todos.
Es hora, entonces, de reconocer la gravedad de los problemas que nos amenazan y de actuar con generosidad, pensando en que no se trata ya de imponer una determinada ideología política o un sistema económico, sino de solucionar las crisis que se avecinan.
En los recuentos de este notable hecho, se ha señalado el impacto que esta aventura tuvo en la vida cotidiana de las personas, gracias a inventos como el teflón o el velero, entre otros miles de pasos que se debieron dar para garantizar el éxito de la expedición. Tal como ocurrió antes con la guerra, parecía que la era espacial daría un impulso enorme a una tecnología útil para la Humanidad.
Del mismo modo, el éxito de ese viaje pareció también inaugurar un período de mayor entendimiento entre las naciones e incluso de cooperación para solucionar los grandes problemas de la Humanidad. Si era posible alcanzar la luna, parecía que sería factible también erradicar la pobreza y el hambre.
Sin embargo, han pasado cuarenta años y el hombre no ha logrado poner su pie más allá de la luna, la carrera espacial parece haber perdido ímpetu y el espíritu unitario de la Humanidad también parece haberse desvanecido. Ni la caída de los muros ideológicos ni el fin de la Guerra Fría han sido suficientes para inaugurar una nueva etapa de la historia, caracterizada por la cooperación y la priorización de los temas más urgentes para el planeta.
A la hambruna y las guerras, que no han cedido mayormente, se han agregado otras amenazas como la contaminación ambiental, el calentamiento global, la disminución de la capa de ozono, la escasez de agua y energía, en tanto que el esquema internacional bipolar ha dado paso a uno monopolar sin que Estados Unidos demuestre la capacidad de liderazgo necesario para avanzar en la definición de las soluciones que requiere y no solo la raza humana sino el planeta completo.
Para poder conducir a la Humanidad a un nivel superior de evolución es indispensable que los políticos y todas las personas que tengan capacidad de liderazgo, asuman su responsabilidad e incluyan dentro de sus metas los temas que interesan al conjunto del planeta. Hace cuarenta años hubo una poderosa señal en el sentido de que las utopías eran posibles, pero la experiencia ha demostrado que el progreso de estas cuatro décadas, al igual que en el pasado, no se han puesto realmente al servicio de todos.
Es hora, entonces, de reconocer la gravedad de los problemas que nos amenazan y de actuar con generosidad, pensando en que no se trata ya de imponer una determinada ideología política o un sistema económico, sino de solucionar las crisis que se avecinan.
Labels: Andrés Rojo, política
0 Comments:
Post a Comment
<< Home