CRISIS ESTRUCTURAL
Es indudable la existencia de una crisis financiera a nivel mundial, pero lamentablemente la forma en que se ha encarado esta situación no permite poner en práctica aquello de que las crisis sirven para el crecimiento. Recurriendo a otro refrán, se puede decir que la mayoría de los estados le han estado dado pescado a la gente en lugar de enseñarles a pescar, y es que no parece haber una comprensión cabal de que esta crisis, a diferencia de otras en el pasado, obedece a una orientación errónea de la estructura económica mundial.
No es la globalización la que está en crisis ni el capitalismo, sino la visión especulativa del uso del capital. Ya no se trata solamente de que los dineros, gracias a la erosión de las fronteras pueden moverse de una nación a otra en cuestión de horas, sin importantes que los proyectos en los que están invertidos queden desfinanciados, sino que ahora se invierten incluso en papeles ficticios, pagarés basados en pagarés que tras una larga ronda recién vienen a tener sustento real en un crédito asumido por un particular o una empresa.
La construcción de castillos en el aire nunca ha sido buena idea, y mucho menos basar la economía mundial en un criterio de esa naturaleza, pero en lugar de revisarse los evidentes vacíos del ordenamiento económico, los estados han preferido subvencionar a las empresas perdedoras para evitar su colapso y la profundización de la crisis, ya con bases reales.
Pero no hay reacción alguna por el factor de la especulación ni se toma en serio la necesidad de establecer regulaciones al libre comercio. Estados Unidos, el país símbolo del capitalismo, tiene serias regulaciones en muchas áreas de su economía y el apoyo financiero dado a las empresas colapsadas ha ido acompañado de exigencias estrictas y concretas.
Del mismo modo que las naciones tienen el deber de ayudar a los grupos de trabajadores que han quedado postergados frente a los avances de la tecnología, tienen también el derecho de fijar las condiciones para la operación de los capitales externos.
Lo que resulta difícil de comprender es, por un lado, que se siga insistiendo que la crisis en Chile no tiene la misma intensidad que en otras naciones (mal de muchos…) y por otra parte la verdadera obsesión por dar todo tipo de facilidades a los inversionistas externos cuando dentro de nuestro territorio existen recursos gigantescos para garantizar el desarrollo, pero los dineros del cobre y los ahorros acumulados en las AFP’s no sirven al progreso nacional sino que se destinan a las economías de otras naciones.
No es la globalización la que está en crisis ni el capitalismo, sino la visión especulativa del uso del capital. Ya no se trata solamente de que los dineros, gracias a la erosión de las fronteras pueden moverse de una nación a otra en cuestión de horas, sin importantes que los proyectos en los que están invertidos queden desfinanciados, sino que ahora se invierten incluso en papeles ficticios, pagarés basados en pagarés que tras una larga ronda recién vienen a tener sustento real en un crédito asumido por un particular o una empresa.
La construcción de castillos en el aire nunca ha sido buena idea, y mucho menos basar la economía mundial en un criterio de esa naturaleza, pero en lugar de revisarse los evidentes vacíos del ordenamiento económico, los estados han preferido subvencionar a las empresas perdedoras para evitar su colapso y la profundización de la crisis, ya con bases reales.
Pero no hay reacción alguna por el factor de la especulación ni se toma en serio la necesidad de establecer regulaciones al libre comercio. Estados Unidos, el país símbolo del capitalismo, tiene serias regulaciones en muchas áreas de su economía y el apoyo financiero dado a las empresas colapsadas ha ido acompañado de exigencias estrictas y concretas.
Del mismo modo que las naciones tienen el deber de ayudar a los grupos de trabajadores que han quedado postergados frente a los avances de la tecnología, tienen también el derecho de fijar las condiciones para la operación de los capitales externos.
Lo que resulta difícil de comprender es, por un lado, que se siga insistiendo que la crisis en Chile no tiene la misma intensidad que en otras naciones (mal de muchos…) y por otra parte la verdadera obsesión por dar todo tipo de facilidades a los inversionistas externos cuando dentro de nuestro territorio existen recursos gigantescos para garantizar el desarrollo, pero los dineros del cobre y los ahorros acumulados en las AFP’s no sirven al progreso nacional sino que se destinan a las economías de otras naciones.
Labels: crisis económica, desarrollo, economía, política
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