CUARTO ROUND
A propósito de la renuncia del ministro del Interior Belisario Velasco, desde el Gobierno se ha planteado que ello, lejos de ser una crisis, es una oportunidad para pasar a una segunda etapa de la actual administración, como si el hecho de que en marzo próximo la Presidenta Bachelet llegue a la mitad de su mandato suceda sin que se hayan producido problemas en sus dos primeros años de gestión.
Pero hay dos falsedades en esta propuesta de verdad. Por un lado, esta que se inicia es la cuarta etapa del Gobierno, el cuarto round en jerga boxística en que la Primera Mandataria trata de encontrar la forma de conectar el gancho que le asegure la victoria que es consolidar un Gobierno eficiente, capaz de adelantarse a las dificultades y que materialice los avances que le permitan pasar a la historia sin la carga del Transantiago.
El primer round fue incluso antes de asumir, cuando se anunció un Gobierno ciudadano, pero las presiones de los partidos solo permitieron materializar un equipo ministerial con presencia paritaria de hombres y mujeres; luego vino una segunda vuelta con Andrés Zaldívar de Ministro del Interior, que acabó con el fracaso del experimento paritario.
El tercer round fue el de Belisario Velasco, supuestamente con el regreso de los viejos tercios de la política nacional, pero fueron los propios partidos y parlamentarios los que produjeron el fracaso cuando, junto con la responsabilidad del Gobierno, no fueron capaces de concordar las líneas de acción, salieron hasta ahora dos senadores, se perdió la mayoría en ambas ramas del Congreso Nacional y se debió constatar el fracaso del Transantiago. Se agrega a lo anterior que es sabido que Belisario Velasco no contaba con el apoyo de la directiva DC presidida por Soledad Alvear, que pretende alguien de su confianza en La Moneda para potenciar su candidatura presidencial, sobre todo ahora que se deshizo de los colorines tras un conflicto interno que, metafóricamente, podría calificarse como sangriento.
Lo que viene ahora, por lo tanto, es el cuarto round del combate, y es a la mitad de este que se percibe a la protagonista sin ideas, y aunque muchos dirigentes concertacionistas piden un cambio de estrategia no hay señales de que ello se vaya a concretar. El problema con todo esto es que la lucha del Gobierno se asemeja más a una pelea de aficionados que a un combate de fondo, y es sabido que los enfrentamientos amateur sólo duran tres rounds.
Por otra parte, tampoco es cierto que el Gobierno esté preparado para pasar a la siguiente etapa porque, si bien es sabido que venía un cambio de gabinete, Belisario Velasco se adelantó y desarmó la estrategia gubernamental, sin que la Presidenta tenga listos los cambios en su equipo, y mucho menos tomada la decisión de introducir una modificación real en su estilo de trabajo.
El Ministro del Interior tiene la función de capataz del fundo, pero el dueño es la Presidencia, y no sirve cambiar al capataz si el patrón no sabe qué hacer con las tierras.
Pero hay dos falsedades en esta propuesta de verdad. Por un lado, esta que se inicia es la cuarta etapa del Gobierno, el cuarto round en jerga boxística en que la Primera Mandataria trata de encontrar la forma de conectar el gancho que le asegure la victoria que es consolidar un Gobierno eficiente, capaz de adelantarse a las dificultades y que materialice los avances que le permitan pasar a la historia sin la carga del Transantiago.
El primer round fue incluso antes de asumir, cuando se anunció un Gobierno ciudadano, pero las presiones de los partidos solo permitieron materializar un equipo ministerial con presencia paritaria de hombres y mujeres; luego vino una segunda vuelta con Andrés Zaldívar de Ministro del Interior, que acabó con el fracaso del experimento paritario.
El tercer round fue el de Belisario Velasco, supuestamente con el regreso de los viejos tercios de la política nacional, pero fueron los propios partidos y parlamentarios los que produjeron el fracaso cuando, junto con la responsabilidad del Gobierno, no fueron capaces de concordar las líneas de acción, salieron hasta ahora dos senadores, se perdió la mayoría en ambas ramas del Congreso Nacional y se debió constatar el fracaso del Transantiago. Se agrega a lo anterior que es sabido que Belisario Velasco no contaba con el apoyo de la directiva DC presidida por Soledad Alvear, que pretende alguien de su confianza en La Moneda para potenciar su candidatura presidencial, sobre todo ahora que se deshizo de los colorines tras un conflicto interno que, metafóricamente, podría calificarse como sangriento.
Lo que viene ahora, por lo tanto, es el cuarto round del combate, y es a la mitad de este que se percibe a la protagonista sin ideas, y aunque muchos dirigentes concertacionistas piden un cambio de estrategia no hay señales de que ello se vaya a concretar. El problema con todo esto es que la lucha del Gobierno se asemeja más a una pelea de aficionados que a un combate de fondo, y es sabido que los enfrentamientos amateur sólo duran tres rounds.
Por otra parte, tampoco es cierto que el Gobierno esté preparado para pasar a la siguiente etapa porque, si bien es sabido que venía un cambio de gabinete, Belisario Velasco se adelantó y desarmó la estrategia gubernamental, sin que la Presidenta tenga listos los cambios en su equipo, y mucho menos tomada la decisión de introducir una modificación real en su estilo de trabajo.
El Ministro del Interior tiene la función de capataz del fundo, pero el dueño es la Presidencia, y no sirve cambiar al capataz si el patrón no sabe qué hacer con las tierras.
Labels: bachelet, belisario velasco, gobierno, partidos políticos, poder ejecutivo, política
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