La sociedad culpable
Es evidente que el homenaje al general Pinochet, disfrazado como la presentación de una película, iba a causar controversia y encontrones físicos entre sus partidarios y detractores porque se trata de una figura que, por muchos años más, seguirá dividiendo a los chilenos.
Lamentablemente esta noticia, claramente previsible y repetida, opacó otra información -que también es previsible y repetida- pero que tiene plena vigencia y se sigue produciendo: El informe del Ministerio del Medio Ambiente que afirma que cada año mueren 4 mil 200 personas por enfermedades asociadas a la alta contaminación en nuestras ciudades, porque ya no se trata solamente de Santiago.
El mismo informe señala que diez millones de chilenos están expuestos a índices de polución que superan las normas mínimas, y ya podemos sospechar que esas cotas son más generosas de lo que correspondería.
No es posible ni ético comparar muertos, pero no se puede dejar de señalar que, de acuerdo al Informe Rettig, durante la dictadura murieron 2 mil 279 compatriotas, a lo largo de 17 años, mientras la contaminación está matando todos los años a 4 mil 200. La comparación -odiosa, por supuesto- debería llevar a concluir que poner la mitad de la pasión con la que discutimos la figura de Pinochet sería de mucha ayuda para reducir los problemas ambientales. No se trata ya de que una fuente de agua sea motivo de abusos o que una industria se instale al lado de un establecimiento educacional. El punto de fondo es que hay algunas ciudades que están literalmente matando a sus habitantes.
Eso es grave y hay que decir que es responsabilidad de todos. No sólo de los gobiernos de la Concertación que se limitaron a medir los índices de contaminación y a retirar vehículos de circulación cuando las medidas sobrepasan los límites y de la actual administración que ha seguido el mismo modelo, sino de todos los que sacamos nuestros vehículos en malas condiciones de funcionamiento, quemamos desechos, producimos basura en exceso y sin ayudar a su reciclado y, sobre todo, que insistimos en vivir en lugares inadecuados para nuestra salud y en no exigir de la autoridad que adopte medidas realmente eficientes.
Entre todos somos responsables. Por hacer, por dejar hacer y por no hacer, aunque desde un punto de vista formal el Estado es el primer responsable porque tiene una obligación constitucional por hacer que los chilenos vivan en un medio ambiente libre de contaminación.
En lugar de reclamar por figuras muertas, y con todo respeto a su memoria, ¿no sería preferible preocuparse de los que aún estamos vivos?
Lamentablemente esta noticia, claramente previsible y repetida, opacó otra información -que también es previsible y repetida- pero que tiene plena vigencia y se sigue produciendo: El informe del Ministerio del Medio Ambiente que afirma que cada año mueren 4 mil 200 personas por enfermedades asociadas a la alta contaminación en nuestras ciudades, porque ya no se trata solamente de Santiago.
El mismo informe señala que diez millones de chilenos están expuestos a índices de polución que superan las normas mínimas, y ya podemos sospechar que esas cotas son más generosas de lo que correspondería.
No es posible ni ético comparar muertos, pero no se puede dejar de señalar que, de acuerdo al Informe Rettig, durante la dictadura murieron 2 mil 279 compatriotas, a lo largo de 17 años, mientras la contaminación está matando todos los años a 4 mil 200. La comparación -odiosa, por supuesto- debería llevar a concluir que poner la mitad de la pasión con la que discutimos la figura de Pinochet sería de mucha ayuda para reducir los problemas ambientales. No se trata ya de que una fuente de agua sea motivo de abusos o que una industria se instale al lado de un establecimiento educacional. El punto de fondo es que hay algunas ciudades que están literalmente matando a sus habitantes.
Eso es grave y hay que decir que es responsabilidad de todos. No sólo de los gobiernos de la Concertación que se limitaron a medir los índices de contaminación y a retirar vehículos de circulación cuando las medidas sobrepasan los límites y de la actual administración que ha seguido el mismo modelo, sino de todos los que sacamos nuestros vehículos en malas condiciones de funcionamiento, quemamos desechos, producimos basura en exceso y sin ayudar a su reciclado y, sobre todo, que insistimos en vivir en lugares inadecuados para nuestra salud y en no exigir de la autoridad que adopte medidas realmente eficientes.
Entre todos somos responsables. Por hacer, por dejar hacer y por no hacer, aunque desde un punto de vista formal el Estado es el primer responsable porque tiene una obligación constitucional por hacer que los chilenos vivan en un medio ambiente libre de contaminación.
En lugar de reclamar por figuras muertas, y con todo respeto a su memoria, ¿no sería preferible preocuparse de los que aún estamos vivos?
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