LA OBAMIZACIÓN DE LA POLÍTICA
Anticipando lo que ocurriría como fenómeno mediático con Barack Obama, varios candidatos en las pasadas elecciones municipales incluyeron la figura del ahora electo Presidente de Estados Unidos en su propaganda, y ahora que el candidato demócrata ha culminado con éxito una aventura en la que pocos creyeron inicialmente es esperable que se desate a todo nivel una verdadera Obamamanía, tal como ocurrió con The Beatles el año ’62 después de presentarse ante la reina y que su participación se transmitiera a toda Inglaterra.
En esa época, y al margen de los méritos de cada uno, los cuatro de Liverpool gozaron de ocho años de fama extrema. En estos tiempos de comunicaciones instantáneas el auge de Barack Obama ha sido instantáneo y las portadas de los periódicos de todo el mundo lo incluyeron en sus ediciones del pasado día 5. Es lógico suponer que su figura pueda declinar con la misma rapidez con que se encumbró, a menos que, como los Beatles, tenga cualidades para mantener el mismo status de estrella internacional que alcanzó con su elección.
Porque hay que ser claro: Barack Obama tiene aseguradas las portadas por la relevancia del país que preside, pero si quiere convertirse en un personaje histórico, equivalente a John Kennedy, tiene que hacer algo más que ser el primer Presidente afroamericano de Estados Unidos, y es en ese nivel del análisis que lleva ya un tiempo siendo una especie de fetiche para muchos dirigentes políticos locales, y ellos ocurre por distintas razones: Porque pertenece a uno de los grupos de la minoría, porque contra todo pronóstico se alzó con la victoria, porque representa tanto un cambio político como generacional, y cada cual hace la interpretación que le sirva más para promover sus respectivos intereses.
Lo que sí es claro es que, como toda novedad, no se ha escarbado en el sentido profundo de la elección de Barack Obama y quienes tratan de imitarlo o de presentarse a sí mismos como los equivalentes del norteamericano para la política nacional sólo apelan a los rasgos más superficiales, y con ello arriesgan a pasar junto con la novedad y perder puntos por desaprovechar la oportunidad de explicitar el alcance de su propuesta.
Obama es el primer presidente norteamericano que no ha participado en ninguna guerra ni en los movimientos por los derechos civiles. Es un auténtico político del siglo XXI y su principal rasgo en este sentido es que sustentó su candidatura en la gente. Rechazando el financiamiento público, obtuvo directamente del público más recursos para financiar su propaganda que todos sus adversarios e interpeló a sus adherentes frecuentemente a través de Internet y quienes promueven la modernización de la política deben comprender que ella implica una comunicación en todas las direcciones, recogiendo los planteamientos de la ciudadanía y rindiendo cuenta directamente a ellos.
En esa época, y al margen de los méritos de cada uno, los cuatro de Liverpool gozaron de ocho años de fama extrema. En estos tiempos de comunicaciones instantáneas el auge de Barack Obama ha sido instantáneo y las portadas de los periódicos de todo el mundo lo incluyeron en sus ediciones del pasado día 5. Es lógico suponer que su figura pueda declinar con la misma rapidez con que se encumbró, a menos que, como los Beatles, tenga cualidades para mantener el mismo status de estrella internacional que alcanzó con su elección.
Porque hay que ser claro: Barack Obama tiene aseguradas las portadas por la relevancia del país que preside, pero si quiere convertirse en un personaje histórico, equivalente a John Kennedy, tiene que hacer algo más que ser el primer Presidente afroamericano de Estados Unidos, y es en ese nivel del análisis que lleva ya un tiempo siendo una especie de fetiche para muchos dirigentes políticos locales, y ellos ocurre por distintas razones: Porque pertenece a uno de los grupos de la minoría, porque contra todo pronóstico se alzó con la victoria, porque representa tanto un cambio político como generacional, y cada cual hace la interpretación que le sirva más para promover sus respectivos intereses.
Lo que sí es claro es que, como toda novedad, no se ha escarbado en el sentido profundo de la elección de Barack Obama y quienes tratan de imitarlo o de presentarse a sí mismos como los equivalentes del norteamericano para la política nacional sólo apelan a los rasgos más superficiales, y con ello arriesgan a pasar junto con la novedad y perder puntos por desaprovechar la oportunidad de explicitar el alcance de su propuesta.
Obama es el primer presidente norteamericano que no ha participado en ninguna guerra ni en los movimientos por los derechos civiles. Es un auténtico político del siglo XXI y su principal rasgo en este sentido es que sustentó su candidatura en la gente. Rechazando el financiamiento público, obtuvo directamente del público más recursos para financiar su propaganda que todos sus adversarios e interpeló a sus adherentes frecuentemente a través de Internet y quienes promueven la modernización de la política deben comprender que ella implica una comunicación en todas las direcciones, recogiendo los planteamientos de la ciudadanía y rindiendo cuenta directamente a ellos.
Labels: Andrés Rojo, barack obama, participación, política
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