Politica e Ideas

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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, September 29, 2013

Seamos amigos, seamos hermanos

   
Este estribillo de una de las primeras canciones de Los Jaivas refleja el pensamiento hippie típico y utópico de finales de los años ‘60s y comienzos de los ‘70s, pero parece muy distante de la realidad actual del país, a sólo cuarenta años, que es un tiempo relativamente breve para los cambios culturales profundos por los que parecemos haber transitado.

   Hay que consignar que siempre los períodos electorales se han caracterizado por fuertes enfrentamientos entre los candidatos y, sobre todo, entre sus adherentes.  Después de las elecciones, los dirigentes políticos vuelven a dialogar y convivir entre ellos como siempre lo han hecho, pero con cada elección sus partidarios parecen posicionarse en posturas cada vez más antagónicas e irreconciliables que no quedan resueltas por las elecciones.   Como en tantas cosas de la vida, es el público que no es protagonista el que cree que las cosas son absolutas y adoptan conductas que tienden al descrédito y a negar derechos y existencia incluso de quienes piensan distinto.

   Sin entrar a considerar que las nueve candidaturas presidenciales representan corrientes de opinión reales entre los chilenos, lo real es que una vez terminadas las elecciones, tendremos que seguir todos viviendo en el mismo país y es mejor enfocar más energía a la tarea de hacer posible la convivencia.  Los amigos y los hermanos no siempre están de acuerdo en todo, pero son capaces de sentarse a la misma mesa, compartir y cuidarse unos a otros sin estar permanentemente tratando de sacarse los ojos.

   A poco menos de dos meses de los comicios ya comenzaron las acusaciones mutuas entre candidatos por el robo y destrucción de su propaganda, por lo que es presumible suponer que pronto las noticias informaran sobre agresiones físicas entre los brigadistas.   ¿Vale la pena jugarse el pellejo por las diferencias políticas? Ya tuvimos un doloroso quiebre institucional por delirios que la realidad se encarga de demostrar luego como pírricos.


   Entonces, la regla de la democracia consistente en que gobierna quien tiene la mayoría podría entrar en colisión con otra regla de la misma democracia, que es el respeto a las corrientes minoritarias.   ¿Hay solución a este asunto?   No, no la hay, y lo que corresponde es que los ciudadanos aprendan los contenidos mínimos de cultura cívica –esa que no se enseña en los colegios- para poder convivir en paz y que la lucha por conseguir la mayoría en una próxima elección no sea una batalla entre personas sino lo que siempre debe ser: Una disputa entre ideas.   Buenas o malas pero todas legítimas desde que son enarboladas por un grupo de personas que, antes que cualquier cosa son seres humanos, con todas sus dignidades, deberes y derechos.

Sunday, September 22, 2013

Hacerse necesario

   
Ha muerto el periodista Ricarte Soto Gallegos, a los 61 años de edad, dejando tras sí numerosos deudos producto de una exposición televisiva que permitió que el público tomara por él un sincero afecto.

   Los mismos que lo lloran pueden ignorar que vivió el exilio y que fue militante del PPD porque, al final, ese no fue su legado sino su obra de su último año, cuando, como producto del cáncer que lo afectaba, decidió aprovechar su fama en una buena causa y convocó a la llamada marcha de los enfermos para exigir al Estado la ayuda económica para las personas que no pueden comprar los remedios que demandan ciertas enfermedades.

   Bien por Ricarte Soto.   Supo distinguir lo principal de lo accesorio, no se mareó con las luces de la televisión ni la fama y apostó a la contribución a la sociedad de la que era parte.   Así fue también su participación en la pantalla chica: Frontal, sincero, sin las dobles tintas que caracterizan a tantas personas que gozan de la fama televisiva, y así fue su campaña por obtener el respaldo financiero para la adquisición de los fármacos que muchos no pueden adquirir.

   Es evidente que el sistema de salud privado no protege a las personas que no tienen acceso a ciertas medicinas indispensables para la vida y que el Estado, teniendo la obligación, no siempre cumple con su deber o lo hace con tal lentitud que no sirve de nada.  Era necesario que alguien lo dijera y presionara para la presentación de un proyecto de ley en esta dirección, pero cuando la gente tiende a quejarse sin hacer lo que considera necesario un ejemplo como el que dio Soto es profundamente agradecido.

   Cuando las personas llegan al final de su vida, muchos pueden encontrarse con que no han dejado mucho que les signifique ser recordados.  Algunos logran trascender su paso material por el mundo y son ellos los que hacen que las sociedades progresen.   No hay muerto malo -se suele decir- pero la verdad es que algunos hombres y mujeres demuestran ser mejores que otros.   No por sí mismos, sino por sus obras.


   Lo de Ricarte Soto es una lucha que no ha terminado.  Cada uno debe entender cuáles son las peleas que tiene que dar y el ejemplo de este periodista es un camino posible a seguir.  No es el único pero es una clara señal respecto a no dejarse derrumbar por las circunstancias de la vida y es, por sobre todas las cosas, una pauta para entender que la figuración pública está acompañada de una responsabilidad social.  Eso sí que es necesario.  Mucho más que las luces y la hoguera de las vanidades en que suele convertirse la televisión.

Sunday, September 15, 2013

Reconocerse

            Como ha ocurrido durante la mayor parte de los últimos cuarenta años, el país volvió a enfrentarse a sí mismo en el recuerdo del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, y aunque esta vez los sentimientos afloraron con mayor intensidad, en síntesis el proceso fue el mismo: Denunciar los abusos de la dictadura y replicar acusando la ineficiencia de los políticos de los ‘60s y ‘70s por evitar una crisis institucional.

            Es un diálogo de sordos.   Nadie cede en sus posiciones y lo más que se ha logrado en el plano político es que algunos personeros en ambos bandos asuman que cometieron errores, pero en cuanto a la reparación del daño causado no hay nada porque no es posible revivir los asesinados ni enmendar las equivocaciones.

            La posibilidad de encontrar los cuerpos de los detenidos desaparecidos parece cada año más remota y pronto terminarán de morir quienes pudieran tener aún alguna información.   Lo evidente es que todos ellos murieron, pero quien ha perdido a un ser querido en circunstancias que permitan abrigar una esperanza ínfima de que pudiera estar aún vivo sabe que esa expectativa constituye una eventualidad a la que las personas se aferran con todas sus fuerzas.  Es cosa de recordar el caso de Jorge Matute para entender en toda su amplitud lo que sienten los familiares de los desaparecidos.   Mantenerlos en la ignorancia del destino de sus esposos o hijos es una crueldad permanente.

            Sin embargo, el otro aspecto de este tema es el de la reconciliación nacional, y en esto sí que es responsabilidad de todos poder avanzar, pero primero tenemos que reconocernos a nosotros mismos, asumir nuestros prejuicios, nuestros dogmas y declarar explícitamente si somos o no somos capaces de perdonar y si, en definitiva, queremos reconciliarnos.

            Recién después de ese auto-reconocimiento hay que hacer el reconocimiento del otro, asumir que es tan humano como nosotros, que es tan capaz como nosotros de equivocarse, de sentir miedo, dolor, y aceptarlo en toda su humanidad.  No es posible la reconciliación con los estereotipos: El reencuentro es con personas de carne y hueso que, además, estén igualmente dispuestos al encuentro.


            En ese contexto, resulta perfectamente posible, dentro de la lógica irracional que anima al ser humano, que más de alguien no quiera reconciliarse si ello lleva implícito consigo el perdón, la aceptación del otro y el reconocimiento que la verdad no es patrimonio exclusivo.  Esa actitud es legítima, como es legítimo pedirles a esas personas que no interfieran en la reconciliación que puedan desear los demás y querer creer que la reconciliación es posible.

Sunday, September 08, 2013

¿Se entiende?

            Un estudio efectuado por el Centro de Microdatos de la Escuela de Economía de la Universidad de Chile vino a confirmar algo de lo que ya se tenía antecedentes por otras vías: El 44 por ciento de los chilenos -hasta los 65 años de edad- no entiende lo que lee.
 
            No es un asunto de la crisis actual de la educación, sino de una deficiencia educativa y social que se arrastra hace mucho, como lo confirma el rango de edad de las personas que fueron objeto del estudio.  Y destaco lo de social porque significa que la sociedad tampoco hace nada por ayudar a ese 44 por ciento que carece de comprensión lectora.  Es decir, les deja ser parte de la sociedad sin cuestionar en nada sus limitaciones y, mucho menos, brindarles ayuda.  Que se entienda bien: No se trata de volver al voto censitario que le gustaba a Portales, sino de empujar el progreso cultural y social ayudando a subirse a los que se quedan rezagados.

            Los problemas de comprensión se advierten con toda claridad en el debate político y económico, con gente que prefiere agredir al que piensa distinto sin detenerse a pensar si el pensamiento propio es coherente y se encuentra bien fundamentado, y menos aún dispuesta a comprender a cabalidad los argumentos de la contraparte.   Si no se entiende lo que dice un papel, ¿cómo se van a entender sutilezas como las de justificar que no se justificó el golpe o que se pide perdón sin pedir realmente perdón?

            Esta dificultad para entender lo que se lee -y que presumo se extiende al lenguaje oral- tiene una implicancia lógica en cuanto a no tener tampoco la capacidad para explicar con claridad las ideas ni para elaborar un pensamiento ordenado y lógico, y que es necesario también para expresar las emociones.   No se puede dialogar sin un compromiso auténtico por comprender las ideas de quienes piensan distinto y por expresar con claridad el pensamiento propio.

            Sin diálogo no hay construcción de acuerdos.   Entonces, ¿cómo vamos a ser un país reconciliado -incluso si ello fuera posible y deseable- si no nos escuchamos unos a los otros?


            En estas condiciones, hasta las peticiones y ofrecimientos de perdón de estos días por los errores de hace 40 años pueden verse vacíos del valor moral que deberían contener.   El perdón es un acto que sólo se valida en la medida que lleva aparejado el arrepentimiento y la reparación del daño provocado.  Decir “pido perdón pero lo volvería a hacer”  no es sincero, así como tampoco sirve perdonar pero continuar con un lenguaje descalificatorio porque perdonar significa también borrar las faltas.

Sunday, September 01, 2013

Un país sin traumas

   
Por esas casualidades del destino, mi primer hijo nació un 11 de septiembre.   Su llegada al mundo convirtió la fecha en un símbolo de vida y dejó de representar la carga de sufrimiento, dolor y odiosidad que había tenido durante 24 años.

   Naturalmente, no se puede olvidar que en el mismo día de 1973 miles de familias vieron quebrados sus destinos, algunos como víctimas y otros como victimarios y que aún a cuarenta años de los sucesos el trauma sigue presente, bastando que se muestren algunas imágenes y se rescaten algunos testimonios para que muchos revivamos un período de la historia en el que las diferencias políticas entre compatriotas fueron todas las excusas necesarias para una campaña de exterminio respecto de quien pensaba diferente.

   Hubo abusos que sólo pueden calificarse de inhumanos, pero también hay que valorar que las personas trataban de vivir al mismo tiempo lo mejor posible, haciendo realidad eso de ponerle buena cara al mal tiempo.  Las heridas seguían por dentro porque no se pueden borrar si no son tratadas adecuadamente, como los traumas psicológicos, que en nuestro caso son colectivos e individuales.

   Pero inmersos en ese trauma, los que somos adultos ahora no tenemos palabras para explicar a los que no habían nacido aún en 1988, cuando el plebiscito significó el término de la dictadura, qué fue lo que hicimos mal como país para perder la capacidad de convivencia y no sabemos siquiera si alguna vez la tuvimos.

   Se podrá argumentar que hoy en día sí podemos coexistir unos con otros sin mayores roces, pero basta con revivir las causas del trauma para que se erice la piel y las garras se afilen en búsqueda de un contrario al cual negarle su verdad y toda posibilidad de argumentar sus puntos de vista.

   No me atrevería, por un asunto de pudor, a pedirle a nadie que enfrente esta conmemoración del “11” como lo hago yo, pero creo que es honesto decir que lo que más me preocupa es qué país van a recibir mis hijos.  No quiero que vivan en una sociedad que se arrastra en un paisaje en blanco y negro.   Quiero colores para ellos, matices, gradaciones en la apreciación de la realidad, pero sin dejar de reconocer nunca tampoco que el pasado no se resuelve simplemente diciendo que hay que mirar sólo hacia el futuro y que las diferencias son legítimas pero debe primar la tolerancia porque el diálogo es el que permite el crecimiento de los países.


   Cuando se dice que Chile está al borde del desarrollo o que tenemos una economía espectacular, una estabilidad institucional que es envidia de otros, se están dejando muchos factores de lado de los que no se puede prescindir en una sociedad madura.