Politica e Ideas

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Location: Quilpué, Valparaíso, Chile

Soy periodista y comentarista político.

Sunday, January 31, 2010

SER OPOSICION


Llama la atención la forma en que los partidos de la Concertación están debatiendo su nuevo rol como opositores al Gobierno que asumirá el próximo 11 de marzo, especialmente por el hecho de que, hasta esa fecha, no hay forma posible de ejercer la oposición.

En cualquier actividad humana se es opositor a aquello que se enfrenta, pero en el caso de la política el calificativo de opositor le corresponde a aquellos grupos que no forman parte del Gobierno, es decir a la Concertación, al Juntos Podemos, quienes votaron por Marco Enríquez-Ominami, los que optaron por el voto blanco o nulo y todos los que no concurrieron a sufragar por sentirse marginados del proceso político, por no estar inscritos e, incluso, por preferir las vacaciones, pero es entre la Concertación exclusivamente que se debate cuál será su perfil como opositores.

Desde cierto punto de vista ello resulta lógico, porque el actual pacto gobernante lleva dos décadas en La Moneda y su experiencia inmediatamente anterior como oposición fue en relación a una dictadura, por lo que el único modelo válido de comparación sería el período de Jorge Alessandri (1958-1964), época en la que las corrientes de izquierda no dudaban en declararse marxistas y en que entre ellos y la entonces naciente Democracia Cristiana no había diálogo posible.

Las circunstancias son distintas, como también lo son algunos supuestos que le permitieron a la Concertación esgrimir su legitimidad democrática como base sustancial de su derecho a ejercer el Gobierno. Enfrentar a una derecha que, en apariencia, ha completado el camino de la renovación; que se ufana de tener mejor capacidad para cumplir con las tareas de la administración y que, sobre todo, ha triunfado en las urnas, constituye un escenario no solamente novedoso para la Concertación sino que, principalmente, insospechado hasta no hace mucho tiempo atrás.

Hasta ahora, las figuras visibles de la Concertación se han debatido entre comprometer una oposición dura e intransigente al Presidente electo o aceptar, aunque sin decirlo, su invitación a participar de acuerdos sobre las cuestiones centrales de su programa.

Pero antes de definir el tipo de oposición que se hará, el sentido común indica que se debe esperar a que las siguientes autoridades se instalen y comiencen a actuar porque, por ahora, se está organizando una oposición a la actual oposición, se cuestionan supuestos propósitos e incluso la participación de determinadas personas en un Gobierno que aún no inicia su rodaje, y hacer oposición en esas circunstancias parece más obcecación que cualquier otra cosa o bien una obsesión por mirarse el ombligo.

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Sunday, January 24, 2010

LOS PRIMEROS PASOS


Si la forma en que la Concertación encarará su nuevo rol opositor es lo que han estado haciendo los últimos días los partidos que integran este pacto, las noticias son muy malas para el país y Piñera tendrá la cancha despejada para hacer lo que quiera durante su mandato.

Los radicales hacen pacto en la mañana con la Alianza, tal cual lo hizo la Concertación hace un par de años, pero esta vez sus socios se les van encima y los amenazan incluso con sacarlos del gobierno “antes del almuerzo” (sin saber que los almuerzos radicales son los más largos), por lo que en la tarde los radicales dicen que no dijeron nunca lo que dijeron y vuelve el presidente renunciado de ese partido.

Al día siguiente renuncian Escalona y Latorre, con un mes de retraso: Escalona es substituido por uno de sus más firmes adversarios y se va diciendo que es más socialista que nunca; Latorre hace una finta y el Consejo Nacional DC ¡por unanimidad! le rechaza la renuncia y acepta su petición de pasar al Tribunal Supremo a Gabriel Valdés y Rafael Moreno por el delito de haber hecho propaganda a favor de Alejandra Sepúlveda, la contrincante en las elecciones del secretario nacional de la DC Moisés Valenzuela, sin siquiera mencionar a quienes hicieron lo mismo en otras zonas del país. Además se convoca a elecciones para fines de abril para las autoridades nacionales y para junio para las territoriales, sin asumir una sola cuota de responsabilidad y se llama a que la militancia exprese sus opiniones, cuando es evidente que ya están funcionando las máquinas internas para que las comunas elijan la gente que apoye a los habituales caciques.

Por su lado, en el PPD, donde se hizo la salida de los responsables de las elecciones en forma civilizada, se anuncia en términos concretos que se opondrán a todo lo que proponga Piñera para defender la agenda “progresista” de la Concertación y proponen desde ya a Carolina Tohá como candidata presidencial para cuatro años más.

No hay autocríticas a los errores cometidos no sólo en la campaña reciente sino desde hace varios años, no se asumen en plenitud las responsabilidades, cada partido hace lo que le viene en gana sin un atisbo de coordinación entre ellos, no se abren espacios para la renovación de dirigentes ni para la participación de sus propios militantes y mucho menos para el resto de al ciudadanía.

De esta forma, la Concertación está dilapidando en pocos días el capital de seriedad que tenía por haber mantenido su unidad por más de veinte años, como fruto de las comprensibles pasiones desatadas por la derrota y no se dan cuenta siquiera cómo se debilita su capacidad para hacer oposición y volver aglutinar a las personas que se identifican con el “progresismo”. De seguir así, el nuevo gobierno podría darse el gusto de modificar el sistema binominal para mejorar sus propias opciones electorales y perjudicar las de la Concertación que sólo permanecería unida por el interés electoral al que la obliga el binominal.

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Sunday, January 17, 2010

CAMBIOS EN LOS EQUIPOS


La forma en que Sebastián Piñera logró ganar la elección como Presidente de la República es lo mejor que le pudo haber ocurrido a la Concertación, pero es al mismo tiempo una señal de cambio de etapa frente a la que todos los actores políticos del país tienen que entregar una respuesta adecuada.

Para un pacto político y electoral que cumplía veinte años en el poder y que veía la división como una amenaza potencial, el hecho de perder por una cifra relativamente ajustada es señal de que, tomando las correcciones necesarias, puede volver al Gobierno. Es justo decir que no fue la Coalición por el Cambio la que ganó, sino que la Concertación fue la que perdió.

Desde la vereda del frente, para quienes llevaban veinte años tratando de tomar distancia de la dictadura y del general Pinochet, volver al Gobierno por la vía democrática es una oportunidad para demostrar con hechos que cada vez que criticaron la corrupción y la ineficiencia tenían razón y que sí pueden hacerlo mejor. Es la oportunidad también de demostrar la verdad de su vocación democrática y que ello implica valorar los aportes opositores desde el Gobierno.

Para quienes no forman parte de ninguno de los dos conglomerados, es la oportunidad también de romper el virtual empate en que se ha mantenido entrampada la nación desde hace tres elecciones presidenciales ya, y marcar una nueva mayoría que, a partir de la Concertación o de la Coalición por el cambio, pueda asegurar una mayoría sólida y eficiente.

Para quienes descreen de la política y de los políticos, esta es también una nueva oportunidad para intentar, por enésima vez, que su participación en la actividad pública se vea retribuida con resultados reales para sus puntos de vista.

Sin embargo, en donde estará puesta con más lógica la atención será en el proceso de renovación que pueda llevar adelante la Concertación, ya sea con su ordenamiento actual o bajo otra fórmula, ya que dependerá de eso la posibilidad de que la Derecha se mantenga en el poder.

Desde el punto de vista de la renovación, la que enfrenta mayores complicaciones es, paradójicamente, el pacto triunfador porque los mismos líderes que durante veinte años han tratado de alcanzar el Gobierno, ahora no tendrán razones para dar un paso al lado en beneficio de los dirigentes que no habían nacido siquiera a la vida política durante la dictadura. El problema que tuvo la Concertación para renovar sus liderazgos desaparece a partir de marzo para los derrotados y se instala en el sector de los triunfadores. De la forma en que la Derecha pueda gobernar y pensarse a sí misma al mismo tiempo, así como de la manera en que los demás actores se puedan instalar en un escenario en el que el polo de definición ya no será la dictadura o la democracia, dependerá el futuro del país y se determinará si el mandato de Piñera fue un paréntesis o una nueva realidad.

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Sunday, January 10, 2010

PARA LA GALERÍA


Para quienes creen que la disputa entre las dos candidaturas presidenciales que deberán enfrentarse exactamente en una semana más ha llegado a un nivel de confrontación peligroso para la vida nacional posterior, hay que explicarles que los fuegos de artificio desplegados para atraer el voto de los indecisos no tienen más sustancia que la pólvora de la que se alimentan.

Para quienes temen que la virulencia entre los comandos significará que el perdedor hará lo posible por impedir que el triunfador pueda gobernar, es necesario recordarles que el sistema político chileno está hecho para que el Presidente pueda prescindir del Parlamento en la mayor parte de las decisiones políticas.

Por lo demás, la institución del Presidente de la República es tan fuerte que es difícil pensar que algún parlamentario o partido político crea que tiene la fuerza para enfrentarlo.

Todas estas amenazas, fintas y aparentes llegadas de sangre al río son exclusivamente para atraer la atención del público. En los tiempos actuales, las campañas políticas son un show en el que triunfa el personaje que produce mayor rating, y después de la elección se vuelve a la marcha normal, con listas de postulantes a los cargos, reuniones de negociación con los partidos y el aterrizaje de las promesas hechas durante la campaña, con la debida explicación respecto a que cuando se escuchó hablar de un puente debió entenderse analizar la factibilidad de construir el puente.

La única novedad en esta elección es que la irrupción de la demanda por la renovación descolocó a los partidos, obligándolos a incorporar un elemento más en el abanico de factores a considerar en los discursos. Así, si antes había que hablar de seguridad ciudadana, de justicia social, de la mujer, de la familia, hubo que agregar la promesa de impulsar la modernización de los partidos. Y atención, que esta exigencia es para todos los sectores y no sólo para los que se sintieron aludidos.

Pero fuera de modificar las pautas de la propaganda, no se divisan mayores cambios. O se si prefiere menos pesimismo, no hay nuevas promesas que no se hayan hecho ya antes y que sigan pendientes de cumplimiento. La economía no va a cambiar, la inserción del país en la comunidad internacional tampoco. Las libertades públicas y el sistema de protección social no van a tener alteraciones significativas.

Lo único relevante es que hay un gran número de personas que dependen de la elección para mantener o encontrar un nuevo trabajo.

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Sunday, January 03, 2010

BRÚJULAS DESCALIBRADAS


Si la política es un arte, como a muchos les gustaría aún creer, es esencial comprender que tiene que regirse por ciertas reglas dadas por la estética y estos últimos días han sido excesivamente esdrújulos, es decir sobrecargados, hiper excitados y desproporcionados, como si la brújula que debiera conducir el camino que el político tiene que recorrer para alcanzar su propósito estuviera descalibrada y en vez de apuntar hacia el norte marcara en un momento para el noroeste y luego al sureste.

El político exitoso sabe qué quiere y cómo conseguirlo, y últimamente hemos visto que son pocos los que tienen control sobre sus actos como para poder avanzar sin titubeos la ruta que se han trazado. Es cierto que los planes de unos dependen de los otros, pero en eso reside precisamente el ingrediente de arte que tiene el ejercicio de la política.

Cuando aparece algún factor imprevisto, el buen político tiene que saber reconocer el nuevo escenario que se ha generado y actuar de la manera en que este le sirva a sus propósitos, convirtiendo la adversidad en oportunidad. Sin embargo, lo que hemos visto en las últimas semanas es una tremenda lentitud para comprender las señales que dio la ciudadanía en las elecciones del 14 de diciembre pasado y una ineptitud absoluta para entender las opciones del electorado. Cundo la exigencia popular apuntaba a la salida de una generación entera de liderazgos, sólo renunciaron dos personas, más de quince días después del momento necesario, y los demás ni se conmovieron. Tampoco se abrió a la propia militancia de esos partidos la responsabilidad de elegir a los nuevos presidentes. Parafraseando a Lenin, se dio un paso para adelante y dos para atrás.

Unos parecen sentarse tranquilos, sabiendo que cualquier cosa que digan o hagan puede quitarles votos; y los otros usan como principal argumento la necesidad de que no gane el contrincante, pero no se dice nada respecto del malestar ciudadano sobre la forma de hacer política que ha imperado en el país en los últimos años, en que todo es en blanco y negro, sin matices y con una verdad que depende más de quién la sostiene que de su real valor.

Si esta es la brújula que conduce la acción de nuestra clase política, resulta perfectamente comprensible el desencanto popular porque esta estrategia no reconoce el valor de la opinión ciudadana, no acepta las críticas porque todas son interesadas y no admite siquiera la posibilidad del error. Como resulta obvio, la planicie desde la cual se diseña la política no permite las utopías ni los compromisos de largo plazo. Todo parece estar encaminado a la mera retención o conquista del poder.

Por eso, cuando una cuota importante de la adhesión ciudadana se va a una alternativa distinta de las tradicionales, la única forma que se conoce para reaccionar es desde la posición propia, sin entender que la gente quiere que se las interpele a partir de sus propios intereses.

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